Traducción libre del artículo publicado hoy en The Telegraph en el Reino Unido, escrito por Matthew Sweet. @}-;–
En julio de 2010, el mundo era un lugar ligeramente diferente. Martin Freeman era el chico agradable de “The Office”. Benedict Cumberbatch, el hijo de la actriz Wanda Ventham. Sherlock Holmes pertenecía a la época victoriana. Mark Gatiss y Steven Moffat eran dos productores y escritores que veían como poco favorable la fecha de lanzamiento, en verano, de su nueva serie policíaca poco convencional y se preguntaban si sería ser tan perjudicial como una caída de 800 pies de una cascada en Austria.
Las señales de sus clientes no tranquilizaban. Los encargados de las series de drama de la BBC habían visto los tres primeros episodios, pero, paralizados por una testarudez tipo Lestrade, se negaron a comprometerse más allá hasta que no salieran los ratings. El público, sin embargo, no consideró esto como un problema de tres pipas. Más de siete millones de personas sintonizaron la televisión para ver a Cumberbatch y a Freeman resolviendo su primer caso: una adaptación al siglo 21 de “Estudio en Escarlata” de Sir Arthur Conan Doyle. Llegaron a la conclusión de que ubicar a Holmes y a Watson en el mundo moderno no era una mala imitación, sino un regreso a casa: el terriblemente inteligente y desesperadamente solitario detective privado y el soldado herido que volvía de Afganistán, bien podían ser figuras de nuestra época como lo eran del tiempo de las lámparas de gas en el que habían nacido.
Tres años después, Sherlock es un fenómeno. Sus estrellas tienen grandes carreras internacionales. La agradable cara de Hobbit de Freeman puede verse a los lados de los autobuses que circulan por las calles. Cumberbatch ha interpretado a un némesis en Star Trek. Las ventas de las historias de Doyle se han impulsado al alza en 180 por ciento. Camina a cualquier lugar con Gatiss y un admirador le ofrecerá una réplica hábilmente tejida de Freeman, o una copia de “El Signo de los Cuatro” traducido al uzbeko o una elaborada teoría sobre cómo Sherlock escapó del escalofriante final de la serie anterior, “The Reichenbach Fall”. «Nunca pensé que sería así –dice-. Hay tantas maneras de caer desde un edificio.» Sólo quedan unos cuantos días antes de que la nueva serie se estrene a las 21:00 horas del día de Año Nuevo y la nación sabe lo que se ha sabido todo el tiempo: «Estoy muy contento de que finalmente todo el mundo la vea. Ha sido como vivir con una carga terrible.»
Si el detective de Conan Doyle fuera llamado para examinar el artefacto en que Sherlock se ha convertido, para leerlo como a uno de esos objetos misteriosos de las historias -un reloj de cadena estropeado o un sombrero de fieltro manchado con cal- ¿qué otras pistas encontraría acerca de la extraordinaria naturaleza de su éxito? De sus archivos, tendría que sacar un recorte de periódico sobre el alfarero que hizo una fortuna, porque una tetera de su diseño fue elegida como el utensilio de cocina preferido por la Sra. Hudson que interpreta Una Stubbs; una historia en línea sobre los chinos inventando todo un subgénero de literatura pornográfica en internet sobre Benedict Cumberbatch; un tweet de Sue Vertue, productora principal de Sherlock, compartiendo sus sospechas acerca de la serie Elementary, una imitación creada por una cadena de televisión en EE.UU. Entonces tendría que entrar en el sitio en línea de la BBC para ver los previos y encontrar la presentación de la Serie Tres – The Empty Hearse- antecedida por una lista de advertencias y avisos más largos que “El Ritual de los Musgrave.”
Al voltear la caja del DVD de la Serie Uno, Holmes sin duda se daría cuenta de cuán rápido apareció Moriarty en la historia y tal vez llegaría a la conclusión que los realizadores del programa no estaban seguros de cuánto tiempo les quedaba antes de que les quitaran sus juguetes.
En la persona de Andrew Scott, Moriarty ha jugado gran parte del éxito de la serie. Pero para entender realmente por qué Sherlock ha sido tan popular, hay que volver al principio.
Para Sherlock Holmes, el mundo es un rompecabezas esperando ser resuelto; una masa de datos a partir de la cual la verdad – aunque improbable – siempre puede aislarse. Las raíces de este enfoque se encuentran en el trabajo del Dr. Joseph Bell, el cirujano de la Universidad de Edimburgo que enseñó a sus estudiantes a leer el cuerpo humano –usando una callosidad o un tatuaje para esbozar la biografía de un paciente vivo o de un cadáver en la mesa. Arthur Conan Doyle, estudiante de Bell, conocía sus métodos y se los obsequió a su detective-héroe y a él mismo en la práctica -en la cirugía y en la mesa de espiritismo. (Si el razonamiento empírico podría detectar un asesino, ¿por qué no la presencia de un alma errante?)
Gatiss tiene un enorme respeto por la capacidad de Holmes para entender la complejidad del mundo. «Creo firmemente -dice-, que una de las razones por las que Sherlock Holmes y el Dr. Watson han sobrevivido tanto tiempo no es sólo a causa de su amistad inmutable, es porque Sherlock es un personaje que pone orden en el caos. Ese es el consuelo que ofrece.» Y Gatiss ve cualidades similares en el papel que se ha asignado a sí mismo en el drama, -Mycroft, hermano de Sherlock, el fastidioso jefe del espionaje del Gobierno. «Él es la versión del gobierno británico de la misma idea. Sospechas que sólo hay estupidez e incompetencia, pero ¿no sería agradable saber que hay alguien como él ahí?»
La sensación de que Holmes es un maestro de los datos, jamás ha sido representada tan brillantemente como en Sherlock.
Tuve la suerte de estar en el set del primer episodio para ver a Benedict Cumberbatch realizar una de sus escenas de deducción en el set, el desmantelamiento figurativo de una maleta color rosa que tiene la historia de un asesinato inscrito en ella. Una Stubbs y yo agazapados en la puerta del set de Baker Street, hipnotizados y bastante incapaces de darle una mordida a las donas de mermelada que habíamos tomado del carrito de té. Cumberbatch estaba acostado sobre su espalda como un cliente en un fumadero de opio, con la cámara mirando a esos extraños ojos negros (sic) de él y desenrollando una larga madeja de palabras con una velocidad y claridad impresionante. Si vieron “A Study in Pink”, seguro recuerdan la escena. Su calidad, ligeramente oculta, fue palpable en el piso del estudio.
-Spoiler Alert-
Uno de los placeres más agudos de Sherlock es el lenguaje gráfico que se ha desarrollado para ilustrar el proceso deductivo. Hay un ejemplo estupendo en “The Empty Hearse”, durante una escena en la que Sherlock se topa con una nueva y significativa adición femenina al elenco. Mientras él la mira, su mirada libera una nube de palabras en el cuadro: “Hija única. Liberal-demócrata desilusionada. Guardián. Hornea su propio pan.» Versiones anteriores de Holmes en la pantalla se encierran en un estudio de color marrón; la versión de Cumberbatch realiza una búsqueda, a través de una enorme base de datos interna, de la idea que, por improbable que parezca, debe ser la verdad. Y es imposible verlo sacar información de una atmósfera como ésta sin pensar en nuestra preocupación por la recolección y el análisis de los datos -sobre todo porque la serie ofrece una visión profundamente ambivalente del Secreto de Estado. No es de extrañar que Cumberbatch haya participado en una película biográfica sobre Julian Assange.
Esta serie de Sherlock estaba escrita antes de que Edward Snowden apareciera en las primeras planas alrededor del mundo, pero la comparación entre el soplón y el detective – ambos portadores de una vasta cantidad de secretos- no se le ha escapado a Gatiss. «No lo he hecho todavía, pero eso sería muy interesante. Esa es una historia sobre gente que trabaja con enormes cantidades de datos, en los que el papel de los novatos ha sido puesto en duda.»
Cualquiera que cuente historias sobre un personaje que reúne grandes volúmenes de información, que mantiene a la gente bajo vigilancia y que declara que los complots y las conspiraciones siempre son revelados por acontecimientos «aparentemente insignificantes» difícilmente podría aislar su trabajo de los actuales debates sobre la libertad, la privacidad y el secreto.
Después de todo, el héroe de Sherlock es a la vez un espía y un disidente. Y cuando estas aventuras son tan antiguas como Basil Rathbone, podríamos encontrarnos viendo en ellas los miedos y las fantasías de nuestros días, tan claro como las pistas en una escena del crimen. Millones ven la serie porque es ingeniosa, inteligente, conmovedora y astuta. Pero también estamos viendo Sherlock porque es un producto de la era en que vivimos – y que, además, parece conocer sus secretos.
Sherlock se estrena en el Reino Unido el 1º de enero de 2014. En México el 9 de enero de 2014.