Disfruten el delicioso estilo, ingenioso e inteligente de Rose Millard, quien pone el dedo en la llaga sobre el inútil esnobismo cultural que parece haber infectado a muchos medios, y algunos individuos, tras las primeras funciones previas de Hamlet con Cumberbatch, por supuesto, en el papel protagónico. [Traducción de Tere T]
No deberíamos ser tan esnobs con respecto a la gente que ve Hamlet por Benedict Cumberbatch.
Por Rosie Millard** para The Independent
Desde que el teatro comenzó, el público se ha visto tentado por exitosos actores en papeles principales. A mi juicio, es una razón totalmente válida para ver una obra de teatro
“¡A mí, ayudadme!”, como Lady Macbeth diría, desvaneciéndose hacia el suelo. “¡Atended a la dama!” Y a todos los demás aficionados «reales» al teatro que podrían estar de hecho desmayándose, porque todos ellos han sido eficazmente excluidos de experimentar su enésima versión de la otra gran tragedia de Shakespeare, Hamlet
¡Pobrecitos! En camino a la taquilla del Barbican fueron pisoteados por una estampida de Cumberbitches, Cumbercookies, y el resto de la considerable base de fans de Benedict Cumberbatch, la estrella que interpreta el papel principal. A los habituales asistentes al teatro -que presumiblemente reservan el mismo asiento para cada actuación en la temporada del Barbican (“El mío es el 19F, gracias»)- se les ha negado su premio gracias a los afilados codos y superiores habilidades de reservación de los acérrimos fans de Sherlock. Y están muy enojados.
Al parecer, el grosero grupo que se ha colado no son las personas que quieren ver Hamlet «por sus propios méritos». Ni siquiera están yendo porque esté en el plan de estudios avanzado. Quieren ver Hamlet debido al protagonista.
A mi juicio, es una razón totalmente válida. Los empresarios han elegido al sexy y al popular en los papeles principales desde antes de que El Globe [el foro teatral de Shakespeare] fuera construido. ¿De qué se trata ver Hamlet «por sus propios méritos», si no por el magnetismo del héroe titular?
Seguramente la brillantez de elegir a Cumberbatch, él mismo difícilmente ajeno al escenario (Queridos, lo vi interpretar a Tesman en Hedda [Hedda Gabler de Ibsen] hace añales en el Almeida, ¡tómala!), es precisamente porque va a alentar a la gente, que puede no ser espectador regular, a entrar al auditorio. ¿Podemos recordar que se trata de una producción en el Barbican, el cual, la última vez que miré, era una empresa parcialmente financiada con recursos públicos? Subvencionado o no, es absolutamente un deber del teatro atraer visitantes irregulares, pues asegura la vida continua de esta forma de arte.
Recuerdo cuando las audiencias del National Theatre cambiaron. En mi opinión, una sola producción lo logró: Jerry Springer, The Opera, producido por Nick Hytner. Les gustó lo que vieron y pensaron que podrían ir por más. El National cuenta ahora con un público mucho más diverso.
El extendido esnobismo cultural en torno a un sólo evento ha sido asombroso. En un periódico de ayer había de hecho un juego de preguntas sobre Hamlet -presumiblemente para que los lectores pudieran superar a los que, vergonzosamente, no podía decir lo que «arras» es realmente, o el nombre de la novia de Hamlet. Las preguntas fueron planteadas a los fans de Cumberbatch que hacían cola afuera del teatro. Sólo una de cada diez personas tuvo todas las preguntas correctas. ¡Imagínense!
Este patético ejercicio muestra todo lo que está amenazando en convertir al teatro británico en una moribunda máscara de muerte.
Puedo recordarle a todos que antes de ir a una producción de Hamlet, que en realidad no es necesario saber qué son arras, o, incluso, quién es Hamlet. Shakespeare expone todo ante ustedes durante el espectáculo; ese es su trabajo.
Francamente, no hay nada peor que ver Hamlet, Macbeth, El Jardín de los Cerezos, o cualquiera del resto del pase de lista regular, al lado de un montón de tristes sabihondos que pueden recitar cada línea, y a sabiendas comparar esta arras a esas.
El teatro puede ser la forma de arte más apasionante y emocionante posible. Será una emoción muy especial para Cumberbatch, y el resto del elenco, aventurarse en el escenario y decir esas espectaculares líneas ante un público que no sabe todavía lo que pasa en el oído del rey. Porque eso es para lo que Shakespeare escribía.
Tengo una entrada para ver el espectáculo. Es para una transmisión en vivo en mi cine local. Voy a reír si el auditorio está lleno de malhumorados aficionados al teatro tropezando ante un entorno desconocido – aunque quién sabe, podría introducirlos a una forma de arte muy distinta.

**Rosie Millard es una conocida periodista, presentadora de tv y escritora británica. Además de su trabajo para otros periódicos como el Sunday Times y The Telegraph, además de revistas, fue corresponsal de Arte para la BBC y Editora de Arte y Crítica de Teatro para el New Statesman. Además de tv y radio, ha escrito también tres libros y tiene tiempo de sobra para ser corredora de maratones.
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