Cumberbatch en la revista Expresso (Portugal) – Parte Tres


Esta tercera parte es una reseña muy honesta de The Imitation Game (El Código Enigma. Traducción libre de Ana B.M. 

Un hombre rodeado

Benedict Cumberbatch transforma un filme que parecía tallado para no pasar de lo convencional.

Texto por Francisco Ferreira.

UN HOMBRE CERCADP¿Qué es lo que más interesa en “El Código Enigma”? ¿Es un levantamiento actual que lo coloca en el justo lugar al matemático y criptoanalista, Alan Turing, que decodificó la máquina nazi Enigma, adelantando en dos años la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial? Podía ir por aquí, por esta tentativa en toda legítima, de reparación histórica, coincidente con la principal fuente de alimentación de la “plaga” de biopics que invadió el cine contemporáneo a homenaje. Contraria a Sherlock Holmes, figura con la que muchos de nosotros identificamos a Cumberbatch, nombre nada obvio para la mayoría de los lectores, existió y a él debemos, resumiendo, la computadora que ahora nos permite escribir este artículo.

¿Interesa al filme el drama privado de un gay que se asume en un tiempo en que ser gay era una “enfermedad” prohibida por la ley? Y es que, por eso mismo, ¿va a ser perseguido y excluido de la élite científica, hundiéndose después, ya destruido, a los 41 años en condiciones indignas de su genio? Es otro camino de análisis paralelo, más polémico, más político (al contrario a biopics sobre Turing que no refirieron siquiera su homosexualidad) y en la que los ingleses no quedaron bien en la fotografía. No es al país libre de su Majestad que asociamos una posguerra de infamia homofóbica que el filme oportunamente recuerda (y que Cumberbatch usó comparándolo con el macartismo de los años cincuenta).

Con todo, me parece que “El Código Enigma”, proyecto “montado en laboratorio”  por dos productores inexpertos (Ido Ostrowsky y Nora Grossman), realizado por un noruego sin especiales pergaminos (Mortem Tyldum), fotografiado por un español (Oscar Faura) y con un elenco esencialmente británico, no va a quedarse y – es aquí que el filme se vuelve interesante – ni en la  veneración (la misma en la que Ron Howard tiró en “Una mente brillante”, por ejemplo), ni en la curiosidad biográfica (a la que motivó a Tom Hooper en el sufrido “El discurso del Rey”). No es a partir del heroísmo de Turing que el filme estructura los tres tiempos de la vida del matemático que se entrelaza (juventud escolar, trabajo activo en Bletchley Park, decadencia final y suicidio). Por lo contrario a la base estructural del filme, en lucha contra el prejuicio, es la tragedia del biografiado, una  ‘gross indecency’ que condena a Turing y lo golpea a nivel físico y moral.

Creo que esta variación de eje, al final de cuentas mucho más reflexiva que ilustrativa y en oposición al biopic común, viene de calidad del argumento de Graham Moore, admirablemente escrito a partir del libro de Andrew Hodges, pero sobre todo de la actuación notable de Cumberbatch, constantemente ‘en fuga’ a los lugares comunes del género y capaz de llevar al personaje a un terreno de angustia sombría, obsesiva, incontrolable, opuesta a la identificación fácil, con todo profundamente humana. Sobre los hombros de Cumberbatch y los patrones emocionales que él revela se juega el destino de este filme de guerra en que las batallas, sin trincheras y tiros de rifles, están aún lejos de llegar al fin.

Un comentario sobre “Cumberbatch en la revista Expresso (Portugal) – Parte Tres

  1. He visto TIG 5 veces. Es conmovedora y Cumberbatch impresionante. Es que actúa muy bien; estoy absolutamente segura que en el futuro seguirá regalándonos personajes inolvidables. Ya tengo ansias de ver su Hamlet

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