La segunda parte del material dedicado a Benedict Cumberbatch en la revista Expresso de Portugal es esta entrevista sobre «The Imitation Game» (El Código Enigma). La primera parte de esta serie de traducciones de Ana B.M. la encuentras aquí
Alan Turing es una tragedia nacional del Reino Unido
Conversación entorno a “El Código Enigma”, retrato del criptoanalista que ayudó a ganar la Segunda Guerra Mundial y discriminado por ser gay.
Por Francisco Ferreira
Benedict Cumberbatch ha tenido una agenda de locos y una variedad de logros impresionantes desde que inició su carrera en el 2002, hijo de actores, ya experimentó a los 38 años un poco de todo en el cine y la TV (donde la serie «Sherlock» lo popularizó), del drama histórico y de producciones de autor («12 Años Esclavo») hasta la ficción científica («Star Trek: en la Oscuridad»). Hombre de teatro con bastante experiencia en la radio, anunció en el verano pasado que regresaría a los escenarios londinenses en 2015, con «Hamlet», en el Barbican. Los 100 mil boletos puestos a la venta para las doce semanas de representación (comienza en agosto) volaron en pocas horas y se re venden a precios exorbitantes, por arriba de 500 libras, en el mercado negro.
Durante esta conversación, grabada en Londres, después del triunfo de «El Código Enigma» en la semana de estreno en Toronto, encontramos al hombre que personificó a Alan Turing (1912-1954), al mismo tiempo que filmaba Ricardo III para la BBC y que habla de su dedicación al trabajo con una pasión contagiosa. A la fecha de estreno de esta revista, no sabemos si «El Código Enigma» le vale una nominación para los Óscares, pero deseamos ardientemente que el papel sea reconocido por la Academia de Hollywood: ésta es la mejor interpretación masculina del año.
¿Quedaste satisfecho con el trabajo en “El Código Enigma”? ¿Crees que este papel va a definir un antes y un después en tu trayectoria? ¿Te trajo una forma diferente de reconocimiento?
No sé responder. No soy el mejor juez de mi causa. Es una cuestión difícil, no cabe en mí especular sobre eso. Lo que sé es que me gusta trabajar, variar, experimentar cosas nuevas, eso me complace. Desde el primer minuto en que abracé esta profesión, respeto la idea de este compromiso: dar lo mejor de mí al espectador. Poco importa si estoy trabajando para el cine, para la TV o para teatro. Poco importa la escala de producción en que estoy involucrado. Algunas veces el trabajo va bien, otras peor, pero ahora, procuro escoger cuidadosamente lo que hago.
Debes tener más libertad hoy para escoger lo que quieres a diferencia de hace diez años ¿no?
Sin duda. Yo sé que di algunos pasos en falso antes de «Sherlock». Entré en proyectos en los que no sentí gran afinidad con los papeles. No voy a nombrar títulos ni personajes, no vale la pena, esto es parte del oficio. Con la personificación de Alan Turing en «El Código Enigma» fue diferente. Este fue un papel que siempre estuve esperando. Dije inmediatamente que sí cuando me invitaron y lo hice con la noción de que me iba a exigir todo. No tengo la menor idea si el filme va a tener éxito o no.
Pronto vas a regresar al teatro ¿lo necesitas?
No he medido el compromiso que asumí. «Sherlock» va a continuar, acabamos ahora de grabar una nueva serie y tengo varios proyectos de cine en el horizonte (su participación como la cabeza del cartel en «Doctor Strange», producción de Marvel fue el último en ser revelado). Pero necesito el teatro, sí. Necesito de actores a mi regreso. Mis padres (Wanda Ventham y Timothy Carlton, ambos actores) trabajaron mucho en teatro a lo largo de su vida, estoy acostumbrado a los escenarios. Nos da responsabilidad, disciplina, una voz. Es un buen control de energía y una prueba de resistencia.
«El Código Enigma» ¿tenía cualidades que no podías resistir?
Lo noté instintivamente, primero por los diálogos del guión, en seguida por todo el trabajo de producción, decoración, de reconstrucción histórica, que la película tenía una enorme capacidad, una especie de pedigreeinnato. En relación a mi trabajo, quiero dejar esto claro: si comenzamos a juzgar un personaje en cuanto vamos a interpretarlo, nos metemos en una gran confusión. Cualquier actor sabe eso… Es decir, tenemos que partir de una empatía con el personaje, no hay otra hipótesis. Ahora, lo que es extraordinario en el argumento de Graham Moore, es que el texto va a descubrir a Alan Turing sin ‘exhibir’, sin juzgar. Turing es un hombre complejo, extraño, un ‘excéntrico introvertido’, a su medida. Es difícil, muy terco, un poco arrogante. No respeta la autoridad y es absolutamente brillante en el trabajo que hace y [él] sabe eso. Pero la película jamás nos pide que tenga que agradarnos. No hay cualquier sentimentalismo aquí.
A la mitad de la vida y ya con una carrera intensa desde el inicio del milenio ¿Ganaste reputación al interpretar hombres astutos?
También ya interpreté unos muy estúpidos. Además, no me canso de repetir: ‘Si hay por ahí un personaje estúpido que yo pueda hacer, por favor, díganme…’
Haces de Sherlock Holmes en la serie de TV que te popularizó (“Sherlock”), fuiste el villano Khan en “Star Trek: Más allá de la Obscuridad”, fuiste Julian Assange en “El Quinto Poder”, ahora interpretas al inventor de la Máquina de Turing… ¿Por qué crees que te escogen para este tipo de papeles?
No sé, pero creo que es mejor desembarazarme de ellos cuanto antes. No sé si Alan Turing es el personaje más inteligente que yo he hecho. La verdad es que soy un crítico violento de las etiquetas. Y es curioso estar hablando de esto, porque «El Código Enigma», en el fondo, habla de lo mismo: de cómo es ridículo y peligroso catalogar a quien es diferente.
¿Quién fue Turing para ti?
Un niño excluido desde la infancia en la escuela por su tartamudez. Un chico que perdió desde muy temprano a su amigo intimo y primer amor, Christopher, cuya muerte ciertamente lo motivó a rebazar sus límites. Un matemático genial. El padre de la computación moderna y el autor de los primeros algoritmos que ahora nos permiten saber más sobre él cuando buscamos su nombre en Google. El hombre que ayudó, se calcula, anticipando con su invención, el fin de la Segunda Guerra Mundial en dos años, salvando la vida a 14 millones de personas. Y también un gay asumido que, por respeto a su amor propio, decidió ser lo que era y no otra cosa, en una época terrible de discriminación sexual. Lo que es fascinante es que Turing no se guarda en cajones, reacciona contra etiquetas, su historia es el antipaquete de ‘cartas temáticas’ [Cumberbatch cita al célebre juego de cartas británico Top Trumps]. Y si el filme es la suma de todos estos aspectos de su vida, no se resume ninguno de ellos. Cuando etiquetamos las cosas, cuando las caracterizamos, perdemos lo esencial. Y lo esencial es esto: cada persona es diferente, cada espectador es diferente. ‘We are all fucking different‘ (N.T. ‘todos somos diferentes’), no hay vuelta atrás.
Pero hoy en día es fácil ser diferente…
Sin duda, pero aún así… Turing luchó contra el fascismo, contra ese atentado frontal a la democracia. No podemos comparar su tiempo con el nuestro. Este filme no es solo importante por recalcar el legado científico de Turing, que, en una situación extrema de guerra total, contribuyó para liberarnos de la tiranía. El filme es importante porque subraya también que la democracia es un combate abierto y permanente que pasa por nosotros, individuos, y por aquello que somos y hacemos todos los días. Por nuestra actitud ante desigualdades sociales y prejuicios en los cuales el fascismo de desenvolvió. Ante el racismo y la homosexualidad, por ejemplo.
¿Ves “El Código Enigma” como una lección de historia?
No, de ningún modo. Esa no es una de las cualidades del filme, por fortuna. Creo que, hasta increíblemente delicado y educado hace frente a la historia que evoca. No subraya ningún mensaje. Nosotros hablamos varias veces sobre eso con Graham Moore y con el director Morten Tyldum. Yo creo que el filme nos invita antes a enfrentar íntimamente a nuestra percepción del mundo y nuestros propios prejuicios. Fue sobre todo por eso que acepté personificar a este hombre extraordinario y dar a conocer su existencia a un publico más vasto. Adoro mi trabajo, adoro ser parte del estímulo cultural de un filme, pero no pienso ni un segundo en el cine en cuanto al progreso social y político.
¿Por qué? Creo que eso ya es un trabajo que el espectador debe hacer. Pero ya ahora, hablando de historia: para mí, Alan Turing es una tragedia nacional del Reino Unido. Merecía estar al lado de Newton y de Charles Darwin en el panteón de los grandes científicos de nuestra historia.
Pero la historia lo encajonó….
Y por muchas razones. Hubo un código de silencio después de la Segunda Guerra Mundial que iba a durar casi hasta el fin de la Guerra Fría… no se habla de Turing durante décadas por causa de eso. En los años cincuenta se dio también el caso de los espías de Cambridge, un soldado de la Unión Soviética, y, en el pánico de la Guerra Fría de aquella época, es probable que el poder haya pensado que Turing era uno de ellos. Sucede que el tiempo solo aumentó la injusticia: Turing es un héroe de guerra, la Historia también lo enjuició por ser gay, claro. Hay una tremenda falta de sensibilidad del poder de la época por aquel hombre y que yo creo que el filme consigue captar. Turing estaba en el extremo opuesto de la auto promoción. No estaba hecho, digamos, para la carrera política. Andrew Hodges (autor de «Alan Turing: The Enigma», que el filme adapta), lo subraya en su introducción a la biografía: Turing tenía una dificultad extrema en abrirse y hablar de sí mismo. Su objetivo, su obsesión eran siempre los mismos, escribir el próximo algoritmo, resolver el próximo problema.
«El Código Enigma», un filme que, dominado por su personaje de inicio a fin, va a destacar el papel secundario, pero influyente de la matemática Joan Clarke (Keira Knightley), tal vez la persona que más se aproxima a la intimidad de Turing…
Exacto, él confiaba en Joan, tenían una relación positiva de diálogo abierto. Y claro que hay siempre este problema al pasar a ficción ciertas cosas: no sabemos hasta qué punto ellos eran íntimos. Pero estuvieron comprometidos seis meses y este compromiso es un hecho. Él le dijo que era gay desde un inicio, ella dijo que no le importaba, que se casaran de prisa, ayudándose uno al otro, después él se retractó. Turing necesitaba de Joan para intentar descifrar los códigos Enigma, ella lo necesitaba a él porque, sólo por el hecho de ser mujer, corría el riesgo de no poder trabajar en aquel mundo de hombres – otro prejuicio sexista de la época. Cuando Joan es contratada, asume las funciones de secretaria y traductora. Ella ni siquiera sabía lenguas extranjeras… era, sí, una matemática brillante. Ser inteligente en aquella época no era propiamente el mejor de los atributos de una mujer, pero lo era para Turing. Y ellos fueron esta pareja de forasteros. En una historia de amor legítima, pero muy diferente de las otras historias de amor.
¿Hasta que punto profundizaste tu búsqueda del personaje?
Sé mucho más de él ahora, naturalmente. Los detalles no fueron dejados al azar, los dientes que uso en el filme no son los míos, por ejemplo, son una reconstrucción de los dientes de él hecha a base de fotografías. Mucha gente en las grabaciones me decía que nadie se fijaba en eso, pero yo quise que fuera así. La ruptura del código Enigma es un episodio mítico que yo ya conocía. Soy curioso y sabía que Turing, es desde hace mucho, un hombre respetado y casi idolatrado en los medios académicos. Ahora confieso que estaba lejos de imaginar el horror que fue la persecución a los homosexuales en el Reino Unido en los años cincuenta. Cuando Turing es hecho prisionero en 1962, es condenado por ‘indecencia grave’ por su relación con un joven de 19 años, le quedan dos alternativas: la prisión que él sabe no podrá soportar o la castración química por estrógenos. Es increíble: ¡esto pasaba en la Inglaterra de los años cincuenta! Turing escoge la segunda opción, se supo después que continuó desenvolviéndose, ya prácticamente aislado de los medios científicos, en sus descubrimientos. Pero no resiste, su salud se deteriora y él se suicida dos años después. Estamos hablando de un hombre que le gustaban participar en las carreras Olímpicas, sexualmente activo, y va terminar sus días en la mayor depresión, imponente y destruido por el efecto de las drogas que le forzaron a tomar. Fue solamente uno más de millones de hombres condenados por el mismo “crimen”a lo largo del tiempo.
Cuentas hechas, una vez terminado el filme ¿qué es lo que te impresionó más del carácter de Alan Turing?
La determinación. El coraje. La calma con que él se dirigía a la política, explicando, sin prejuicios: “Así es como yo soy”. La persecución a los homosexuales en el Reino Unido en los años cincuenta fue nuestra cacería de brujas, nuestro macartismo. Y el caso de Turing fue el más sonado de todos. Las pocas personas, aún vivas que lo conocieron siguen sintiéndose, increíblemente, cautelosas para hablar de lo que saben y ni se dan cuenta de que tal vez no estuvieran vivas si Turing no hubiese creado lo que creó. Su contribución para la humanidad es incalculable. No podemos imaginar lo que sería el mundo sin Alan Turing, pero una cosa es cierta, no sería el mismo mundo en que ahora vivimos.